"Si no fuese por mi amiga, yo no estaba acá hoy. Por eso es importante hablar", dice Luján (utiliza un nombre ficticio para preservar su identidad). Y es precisamente esto lo que hace ahora: hablar, dar testimonio del infierno que vivió durante más de una década.
En diálogo con La Tucumana de Mañana (La Tucumana FM 95.9), Luján habla y cuenta su verdad. Aquella verdad que ocultó desde los 6 años hasta los 20. La verdad del infierno que vivió casi en soledad, hasta que un día dijo basta.
Luján fue víctima de abuso sexual y violación por parte de su padrastro, el reconocido abogado tucumano Manuel García Fernández, quien a finales de 2024 fue condenado a 16 años de prisión por los delitos abuso sexual gravemente ultrajante y con acceso carnal en concurso real con corrupción de menores contra la joven que hoy tiene 23 años.
Pero la particularidad de este caso, al contrario de la mayoría, donde los abusos se cometen ejerciendo violencia física, es que García Fernández manipuló desde niña a Luján para convencerla de que no era él quien la abusaba, sino un espíritu maligno que se apoderaba de su mente y de su cuerpo.
A los 20 años, todavía inmersa en ese círculo de engaño y manipulación y aún sin detectar los abusos como tales, Luján le contó a su mejor amiga que algo de todo lo que estaba viviendo le parecía que estaba mal y su amiga no dudó y le ofreció darle hospedaje en su casa. "Un día me llamó y me dijo: 'bajá de tu departamento, te busco ya'. Y gracias a eso me fui con ella en su camioneta y supe que no iba a volver a mi casa", relata Luján en La Tucumana FM 95.9. Luego de ese rescate, por consejo de su amiga, volvió a la casa de sus progenitores, los sentó en la mesa y le arrancó a su padrastro la confesión de los abusos a la que la había sometido todos esos años. Luján grabó esa declaración, que luego fue clave para la condena del hombre que hoy tiene 50 años.
En otro pasaje de la entrevista, Luján también cargó contra Rosa Mendez, su progenitora (como la llama actualmente): "ella siempre estaba en la casa cuando ocurrían los abusos. Es más, ella se encargaba de que mi hermano, que tiene autismo no entre a la habitación para no ver nada de lo que pasaba ahí. Entonces era obvio que sabía. Y yo se lo llegué a decir antes de escaparme", relata.
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